Muere Alfredo ‘Chocolate’ Armenteros, otra leyenda de la música

El trompetista cubano es usualmente considerado el mejor intérprete del instrumento del Caribe.

Recordado como uno de los mayores gestores del guaguancó, el trompetista cubano Alfredo ‘Chocolate’ Armenteros falleció este martes 6 de enero, en horas de la mañana, en la ciudad de Nueva York, confirmaron allegados al artista.

El músico compartió escena con artistas de la talla de Dizzy Gillespie, Beny Moré y Arsenio Rodríguez, por lo que era considerado uno de los únicos sobrevivientes de la época dorada del jazz latino.

En 2008, ‘Chocolate’ dio esta entrevista a Julio César Guzmán, editor de Cultura y Entretenimiento de EL TIEMPO, durante una de sus últimas visitas a Colombia, cuando compartió escenario con la agrupación Sexteto Latino Moderno:

“Quiero ser recordado como el trompetista que tocó más tiempo y el que más gozó también”, afirma ‘Chocolate’, que, además de todos los homenajes que ha recibido en vida, sumó el año pasado el tributo de Hollywood al filmar con Andy García la película The Lost City.

El legendario músico, que tocó con los grandes del son y el jazz, con el Septeto Habanero, el conjunto de Arsenio Rodríguez, la Sonora Matancera, las orquestas de Benny Moré y Johhny Pacheco, que compartió escenarios y grabaciones con Nat King Cole, Paquito de Rivera, Dizzy Gillespie y Charlie Palmieri, está de nuevo en Colombia.

La misma humildad y el amor por la música le han servido a ‘Chocolate’ para visitar 67 países, como lo proclama cada vez que le preguntan, aunque este año solo ha estado en España, Finlandia y Francia. El agite ya le pesa a sus 80 años, que cumplió el pasado 4 de abril y celebró con una fiesta apoteósica en Nueva York. Como en los viejos tiempos.

Pese a su edad, no abandona la fiel compañía del tabaco y el cognac: “¡Muchacho! Yo tomo la única bebida que tiene dos notas en la escala musical: Re-Mi-Martin”, dice y suelta una carcajada que muere en sus labios, como si buscara la embocadura de la trompeta.

Este es el instrumento que aprendió a tocar de la mano del papá de Richard Egues, famoso flautista de la Orquesta Aragón, en su pueblo natal, Ranchuelo, Las Villas (Cuba), por allá en 1939, cuando tenía 11 años. La trompeta que tiene ahora es la misma que ha tocado desde 1953, que además luce su nombre en letra cursiva. Siempre lo acompaña, como el dije en forma de trompeta que unos colombianos le regalaron en una parranda y que pende de su cuello desde hace 30 años.

Desde 1957 no va a Cuba

Protagonista de decenas de grabaciones con los mejores cantantes latinos, no cree haber hecho un aporte original a la música. “Solo he continuado” –dice–, el trabajo de otros músicos, en composiciones como ‘Choco guajira’ y ‘Chocolate trompeta’, sus dos preferidas por recuerdos privados que prefiere no divulgar.

El saborcito de su tierra lo lleva dentro, pese a que abandonó Cuba en 1957, cuando se fue a Estados Unidos a ocupar la silla de primer trompetista en la orquesta de Machito, que ya era clásica en la música de la Gran Manzana.

Inspirado en Louis Armstrong y en dos leyendas cubanas de la trompeta, Chapottín y Florecita, Armenteros hizo del sonido metálico de los vientos su arma personal. Y su escudo: “Si tengo un dolor, toco la trompeta y se me quita”, revela el músico que en su intimidad no escucha música cubana. De hecho, le huye, y si quiere sentirse cómodo acude al jazz, en el que prefiere a Clifford Brown.

Los ritmos latinos son su especialidad, pero no la salsa, en la que brilla sin siquiera proponérselo: “La salsa es un nombre comercial, viene enlatada como la salsa de tomate (…) Hoy no hay creatividad, todos suenan iguales”.

“Cuando toco un montuno, estoy tocando un jazz, porque es lo que escucha el hombre para sosegarse”.

‘Chocolate’ no suena igual. Ni cuando toca, ni cuando habla. Ni siquiera es igual cuando fuma, pues dice aspirar dos bocanadas y luego mantener el cigarro en la boca sin más, “para mantener el sabor”.

Es posible que en cada presentación le pidan siempre El Manicero, pero él tiene un estilo original para improvisar que ha frustrado a sus productores, cuando estos esperan que doble sobre una pista. No puede. “Mi estilo es lo que se me ocurre en el momento”, revela, como quien cuenta su secreto profesional.

Pero en realidad, no hay recetas, ni para poner a bailar o a soñar con la trompeta, ni para mantener su pellejo entero a los 80 años.

“A veces tengo el esqueleto que se quiere ir de rumba, y el pellejo no lo suelta. ¡Es un fenómeno de la vida! Antes de la ducha, me tomo un trago para que los huesos no cojan resfriado. Después, otro para que el pellejo no coja el resfriado”.

Quizás todo se deba a una confabulación médica: “El mejor doctor lo tengo yo. Él me da una receta que no la encuentro en ninguna farmacia, solo en la liquor store”, dice con desparpajo.

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