El cirujano que le devolvió la cara a los heridos en las trincheras
La mayor causa de muerte en el campo de batalla durante la Primera Guerra Mundial era el impacto de las innumerables esquirlas metálicas que despedían las bombas al explotar. Éstas también causaban las peores heridas faciales.
(Advertimos que en el cuerpo de esta nota se encuentran fotos de reconstrucciones de rostros que pueden resultar impactantes para la audiencia).
A diferencia de una herida “limpia” producida por un balazo, las esquirlas de metal retorcido, también conocidas como metralla, podían arrancarle la cara a un soldado.
Para colmo de males, por su forma irregular, las esquirlas frecuentemente incrustaban trozos de vestidura y suciedad en las heridas. El desarrollo de los cuidados médicos significó que más soldados heridos podían mantenerse con vida pero la atención urgente de sus devastadoras lesiones presentó un nuevo desafío.
Harold Gillies fue el hombre encargado por el ejército británico para reparar los rostros desfigurados.
Nacido en Nueva Zelanda, estudió medicina en la Universidad de Cambridge antes de vincularse al Cuerpo Médico del Ejército Británico al inicio de la guerra.
Gillies quedó impactado con las heridas que vio en el campo de batalla y pidió que el ejército le proveyera su propia unidad de cirugía plástica.
Poco después se instaló en un hospital especializado en la localidad de Sidcup, en el este de Londres, donde empezó atendiendo a 2.000 pacientes de la sangrienta batalla de Somme. En este lugar, Gillies obtuvo algunos de sus mejores resultados.