El arte culinario

Por JOSE LOIS MALKUNLa vejez es una vaina complicada y hay que manejarla con cierto aire
de relajamiento y creatividad. Con los años cayéndote arriba los
problemas no desaparecen pero cambian de cara.

Por ejemplo, los conflictos conyugales se atenúan por la hermandad de
las parejas. Las baterías comienzan a descargarse y a veces fallan en
el arranque. Las finanzas se estrechan porque te ven pasado de moda para
cualquier tipo de empleo. La familia no jode tanto aunque cuando lo
hace, lo hace en grande. Y la política toma un olor a estiércol que te
revuelve el estómago.

Pero lo más importante es que los compromisos sociales pasan a un
quinto plano ya que los tragos y la comida hasta altas horas de la noche
te destruyen los órganos vitales. Y si es de pie, terminas paralítico.

Con la vejez no puede faltar en la casa el bicarbonato de sodio, algo
para la diarrea y los vómitos y por supuesto, el alcoholado, la flecha y
el Vic Vaporub.

Lo bueno es que cualquier excusa es válida para evadir compromisos
fuera de casa, desde un reumatismo, hasta la hipertensión. Y te creen,
porque generalmente es cierto.

Lo que complica todo es la rutina. La media docena de pastillitas en
la mañana y otras tantas en la noche. El desayuno, leyendo los cuentos
de hadas de la prensa y la clásica bandera en el almuerzo. La siestecita
para amortiguar el cansancio y después unos suaves ejercicios para
romper el anquilosamiento muscular. La computadora gran parte del día y
en la noche, el sillón frente al televisor hasta que el sueño llega.

Cumplir un horario laboral o cierta actividad remunerativa hecha en
casa, es lo único que amortigua esa rutina aunque pocos tienen ese
privilegio después de los 70.

Los paseos al exterior disminuyen con la vejez, ya sea por
limitaciones financieras o porque después de 3 horas en clase económica
te producen hinchazón de piernas.

Pero hay algo milagroso que puede hacerte revivir esos años finales
de la vida. Sacarte de la rutina y el aburrimiento. Ese milagro se llama
Arte Culinario. Comenzar a estudiar recetas y experimentar platos
nuevos y exóticos es lo más fascinante. Como lo es también inscribirte
en programas culinarios por internet o asistir a cursos sobre comida
oriental o mediterránea.

Nada entretiene más que comprar libros con recetas de comida
italiana, española, peruana o mexicana, de carnes y vegetales, de
mariscos y obviamente la nueva onda de las fusiones, que combina sabores
que uno nunca se imaginó. En internet hay millones de recetas.

Es emocionante visitar el barrio chino. La joven china que te atiende
puede orientarte sobre algunos preparativos exóticos y trucos de ese
espectacular mundo culinario del continente asiático. También te ofrece
unas ampollas para reestablecer la potencia sexual sin que nadie le
pregunte.

Una vez asegurado el dominio de los sabores, comienzas a invitar a tu
familia y amigos íntimos a una degustación de platos, la mayoría
extraños para su paladar.

Los elogios no se hacen esperar y eso te anima a seguir adelante
hasta que llega el momento en que no buscas recetas para preparar el
menú. Simplemente entras a la cocina, inventas tus sabores, crea tus
propios platos y le abres al paladar un mundo de sorpresas sin que ello
represente más gastos en el supermercado. Hasta un mangú puede
convertirse en un plato gourmet. Eso lleva tiempo, pero en la vejez el
tiempo sobra.

La buena comida está de moda y por eso un buen chef gana más dinero que cualquier profesional altamente calificado. Inténtelo.

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